Póngase en el lugar del Apóstol Pedro por un momento. Imagínese que ha recibido una revelación divina de Dios el Padre respecto a Jesús, quien es “el Cristo, el Hijo del Dios viviente” (Mateo 16:16 NVI). Cuando Pedro lo declaró así, Jesús lo llamó “bienaventurado”.
Jesús
comenzó a revelar a los discípulos que él tendría que sufrir como el Cristo, lo
cual incluía su muerte y resurrección. Pero, aunque Pedro había sido el
receptor de esa revelación divina, se transformó en un instrumento en manos del
enemigo.
“Pedro lo llevó aparte y comenzó a
reprenderlo: — ¡De ninguna manera, Señor! ¡Esto no te sucederá jamás!Jesús
se volvió y le dijo a Pedro: — ¡Aléjate de mí, Satanás! Quieres hacerme
tropezar; no piensas en las cosas de Dios, sino en las de los hombres”.
(Mateo 16:22–23 NVI).
Pedro debió haberse quedado estupefacto. ¿Cómo pudo fallar de tal manera al punto de dejar de confiar en su Cristo?
El nombre de Pedro se menciona siempre antes de los otros apóstoles, tal personalidad incluso podría considerarse cerca de la perfección, pero su vida estuvo plagada de fracasos. Y aunque tropezó muchas veces, pudo levantarse por la gracia de Dios y continuar su vida espiritual una y otra vez. Las piedras que le hicieron tropezar se convirtieron en peldaños para llevar más gloria a Dios.
Consideremos
entonces dos palabras importantes: Fracaso y Éxito.
- Fracaso en el idioma hebreo es parar y se aplica a los planes que fallan por causa de la oposición externa.
Hay dos
tipos de fracaso:
-Fracaso destructivo, un ejemplo de esto
es Judas (Mateo 27:3-5).
-Fracaso productivo querevela nuestras limitaciones y debilidades, pone de
manifiesto nuestra manera errónea de pensar y cuando se procesa de manera
correcta, nos conduce a mejores opciones y nos ayuda a depender más del Señor.
- Éxito significa “lograr, obtener o alcanzar lo que se desea”. La palabra significa ser sabio.
Hay dos tipos de éxito:
El éxito que produce orgullo y el éxito que produce humildad; estees el que se enfoca en el poder y la gracia de Dios y le brinda gloria a él y no a nosotros.
El fracaso es una
realidad de la vida; nos puede llevar a desmayar o bien, a realizar mayores
esfuerzos y a la posibilidad de triunfar. Mientras que el éxito se puede
definir como la aplicación inteligente del fracaso.
Los pasos hacia el éxito a menudo están marcados por muchos fracasos. Es por
ello que nuestra actitud respecto a los fracasos influye en gran manera en
nuestro futuro.
Dios sabe que fallaremos y se agrada de nuestra fortaleza y persistencia para asumir retos que desafían nuestras habilidades y fortalecen nuestra dependencia de él.
“Pues Dios no nos ha dado un espíritu de timidez, sino de poder, de amor y de dominio propio”. (2 Timoteo 1:7 NTV)
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