“Y oyeron la voz de Jehová Dios que se paseaba en el huerto, al aire del día; y el hombre y su mujer se escondieron de la presencia de Jehová Dios”.(Génesis 3:8)
La penetrante voz de Dios se escuchó el aire de la tarde, confrontando las dos temblorosas personas que se escondían entre los árboles con el corazón latiendo fuertemente. Pocas horas antes, todo era perfecto y apacible, pero ellos decidieron comer del fruto prohibido y todo cambió bruscamente. Ellos sabían que habían desobedecido a Dios al desafiar Su autoridad. Ahora se escondían temerosos a medida que la voz se acercaba. Cuando salieron de su escondite, ¿cómo enfrentó Dios a la pareja?
Dios hizo varias preguntas: “¿Quién te enseñó que estabas desnudo? ¿Has comido del árbol de que yo te mandé no comieses?” (Génesis 3:11) ¡Como si el Señor no lo supiera!
Adán trató de justificarse culpando a Eva (Génesis 3:12) luego el Señor se dirigió a Eva. Por supuesto que Dios sabía lo que habían hecho. Hizo la pregunta para ayudarla a confesar su falta. A su vez, Eva culpó a la serpiente: (Génesis 3:12-13).
La confrontación es el acto de enfrentar a una persona para mencionarle sus errores con el propósito de establecer la verdad. El objetivo de la confrontación no es levantar un piadoso dedo acusador contra el pecado de otra persona, sino señalar la verdad de que es necesario corregir algo. Es la clase de verdad que nos hace libres, nos impulsa a dar la vuelta y a ponernos en la senda correcta.
Desde la forma en que hizo sus primeras preguntas a Adán y Eva en Génesis hasta sus exhortaciones a las iglesias de Apocalipsis, es evidente que el Señor utilizó muchos métodos creativos de confrontación, cada uno con la amorosa intención de que seamos todo aquello para lo cual él nos creó. Sus confrontaciones demandan una respuesta de nuestra parte.
¡Qué bueno sería que tuviéramos el discernimiento necesario para actuar y reaccionar asertivamente cuando confrontamos o somos confrontados!
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