La gente que sufre dolor necesita paz. La mayoría de las personas que sufren de alguna enfermedad crónica piensan lo siguiente: “Si tan sólo pudiera deshacerme de este mal, tendría paz”. Sin embargo, la paz no depende de la salud.
Job, fue un siervo de Dios que sufrió mucho, él expresó la confusión que había en su corazón y se hizo las preguntas que inquietan a las personas que padecen de una enfermedad crónica:
¿Por qué me sucede esto a mí?; ¿Qué he hecho para merecer esto?; ¿Realmente le importa a Dios mi sufrimiento? Si tuviera suficiente fe, ¿me sanaría Dios?
El dolor es una respuesta propia y natural ante una enfermedad crónica. Sin embargo, la negación del sufrimiento puede causar más daño que el dolor físico. Aun Jesús, el Príncipe de Paz tuvo que beber la copa del dolor, pero Él sometió Su voluntad a la de Su Padre Celestial. Él nos enseñó cómo debemos orar cuando estamos en medio del dolor.
“«Abba, Padre—clamó—, todo es posible para ti. Te pido que quites esta copa de sufrimiento de mí. Sin embargo, quiero que se haga tu voluntad, no la mía»”. Marcos 14:36 (NTV)
Tener un dolor constante, como una enfermedad crónica, nos hace vivir con la sensación de “pérdida” de nuestro estilo de vida. Esto incluye perdida de capacidades, de resistencia, de habilidades, recursos y en muchas ocasiones, perdida en la manera de relacionarse con los demás. Tales cambios alteran dramáticamente la manera cómoda en la que se ha venido desarrollando la vida. Sin embargo, estos cambios abren la puerta a lo que las Escrituras llaman “ganar al perder”. Es decir, se pierde el estilo de vida anterior, centrado en el “yo”, y se obtiene uno nuevo centrado en la persona de Cristo.
Si usted experimenta cada etapa del sufrimiento de manera abierta y honesta, puede estar seguro que a su tiempo, Dios sanará su corazón.
“Él sana a los de corazón quebrantado y les venda las heridas”. Salmo 147:3
Un punto clave para soportar una enfermedad crónica, es aceptar las verdades de Dios:
Acepte que sus problemas son temporales – mientras la gloria de Dios es eterna.
Acepte que su cuerpo físico está diseñado para deteriorarse.
Acepte que Dios permite las aflicciones para instruirnos.
Acepte que su espíritu resiste cuando mora en usted el Espíritu de Dios.
Acepte que los sufrimientos nos permiten ver a Dios.
Acepte que a través del sufrimiento, su vida está siendo moldeada a la imagen de Cristo.
“Es por esto que nunca nos damos por vencidos. Aunque nuestro cuerpo está muriéndose, nuestro espíritu va renovándose cada día. Pues nuestras dificultades actuales son pequeñas y no durarán mucho tiempo. Sin embargo, ¡nos producen una gloria que durará para siempre y que es de mucho más peso que las dificultades! Así que no miramos las dificultades que ahora vemos; en cambio, fijamos nuestra vista en cosas que no pueden verse. Pues las cosas que ahora podemos ver pronto se habrán ido, pero las cosas que no podemos ver permanecerán para siempre.
2 Corintios 4:16-18 (NTV)
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