¡Usted puede cambiar su perspectiva al mirar hacia arriba!

Nada parece correcto y parece que hay pocas probabilidades de cambios positivos. Este dilema lleva frecuentemente a un continuo desánimo y la vida parece como un trabajo pesado... Leer más

¿Siente que la vida es como un rompecabezas con piezas que no encajan?  Cuando las personas se sienten de esta forma, es muy fácil para ellos caer en el síndrome del desánimo. Con esta mentalidad, cada aspecto del día tiende a tomar un trasfondo desagradable: en el trabajo, en el hogar, en las relaciones con los demás. Nada parece correcto y parece que hay pocas probabilidades de cambios positivos. Este dilema lleva frecuentemente a un continuo desánimo y la vida parece como un trabajo pesado.

Cuando percibe que la vida es como algo pesado y complejo, parece imposible ver más allá de las angostas fronteras en las actuales circunstancias negativas. Un filósofo decía que, algunas personas no pueden ver la arquitectura completa de la vida porque ellos tienen sus ojos puestos en un ladrillo -no pueden sentir nada más que el ladrillo que están sosteniendo-.

Sin embargo, sí es posible cambiar el enfoque.

Acá tenemos tres sugerencias para ayudar a aquellos que están luchando por cambiar su perspectiva del pesimismo a la esperanza.

1. Mirar hacia el futuro. Anímelos a mirar más allá del presente para que puedan ver un propósito para sus vidas. En tiempos de dificultad, esto requiere tener metas y carácter fuerte para evitar caer en la trampa de la monotonía.  Piense en el dolor del parto.  Hay un propósito en ese dolor y el resultado final, el bebé, le permite a la madre perseverar a través de ese dolor. De igual manera, la vida puede parecer insoportable en el momento, pero el que lucha debe mirar hacia arriba, proclamar las promesas de Dios, recordando que todo eso vale la pena (1 Corintios 15:58; Hebreos 12:11). Como cristianos se nos anima a mantener los ojos en la meta, la cual es Jesucristo, el autor de nuestra existencia y la razón de nuestra esperanza (Filipenses 3:14; Gálatas 6:9; Efesios 6:8).  De esta manera, somos capaz de cambiar nuestra actitud de lo negativo a lo positivo.

 

2. Ayudarles a orar. Como consejeros, podemos ayudar a nuestros hermanos en dificultades a desarrollar hábitos de oración cuando surgen los problemas. Dios siempre está dispuesto a ayudar a su pueblo en cualquier clase de problema, en cualquier momento.  Si el problema es solo una molestia, la persona debe echar esa situación al Señor (1 Pedro 5:7).  Si el problema es muy pesado, entonces la persona debe encomendarlo al Señor (Salmo 37:5).  En hebreo “encomendar” significa “enrollar, hacer rodar”.  Finalmente, si el problema es demasiado grande para una persona, Dios puede levantarlo de sus hombros (Salmos 81:6). No hay excusa para no dar nuestras cargas al Señor (2 Timoteo  1:12).  Podemos darle a Dios nuestros problemas a través de la oración y por estudiar y aplicar las verdades de Su Palabra a nuestras vidas.

 

3. Unirse en comunidad. Finalmente, es vital que la persona que lucha se involucre en un grupo de apoyo. El apóstol Pablo enfatizó la necesidad de este plan cuando escribió: “…A fin de que en el cuerpo no haya división, sino que los miembros tengan el mismo cuidado unos por otros. Si un miembro sufre, todos los miembros sufren con él; y si un miembro es honrado, todos los miembros se regocijan con él.  Ahora bien, ustedes son el cuerpo de Cristo, y cada uno individualmente un miembro de él”. (1 Corintios 12: 25-27 NBLH).

 

Dios no creó al hombre para vivir la vida por sí solo, sino para trabajar en unidad los unos con los otros. Por lo tanto, cada uno de los que seguimos al Señor podemos edificar, animar y ayudar a curar las heridas de quienes luchan en este mundo. Podemos ser usados para acelerar su sanidad.

Por Rick Fowler Ed. D; LPC; LMFT– Consejero profesional HopeWorks

 

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