De la esclavitud al equilibrio

Dios quiere que dependamos de él, que confiemos totalmente en él, no en la gente o su esfuerzo personal; que creamos que él satisfará todas nuestras necesidades.... Leer más

Las primeras palabras de los 10 mandamientos que Dios nos dio son: “No tendrás dioses ajenos delante de mí” (Exodo 20:3). El Señor sabe que, si nuestra relación con él es nuestra prioridad, nuestra vida será bendecida y nos podrá usar como medio de bendición para los demás en medio de nuestras relaciones interpersonales. El problema principal de la codependencia es que viola el principio del primer mandato divino. En una relación de codependencia permitimos que alguien más tome el lugar que sólo Dios de tener en nuestro corazón. Le permitimos a alguien más que sea nuestro “dios”. Si usted ha dependido de otra persona, no podrá experimentar la paz con Dios ni la paz de Dios. Pero si el Señor ocupa el primer lugar en su vida y si vive todos los días en dependencia de él, tendrá la paz divina, aunque los demás no sean pacíficos con usted. Esa es la razón por la que el señor dice en su palabra

“» No tengas ningún otro dios aparte de mí”. Éxodo 20:3 (NTV)

Si Sansón no hubiera sido tan dependiente de Dalila como para tratar de agradarla en todo, si no hubiera sido un hombre codependiente que buscara la aprobación de los demás, no habría perdido su fuerza, su estatus, su vista, ni su visión espiritual. Finalmente, su dependencia produjo su desobediencia, lo que a vez fue la causa de su caída. En realidad, fue su orgullo lo que lo hizo fracasar, porque le dio más importancia a Dalila y sus palabras, que a Dios y las suyas.

Dios quiere que dependamos de él, que confiemos totalmente en él, no en la gente o su esfuerzo personal; que creamos que él satisfará todas nuestras necesidades. Podemos confesarle nuestros dolores, temores y necesidades a él. El suplirá todo lo que nos falta.

“Mi victoria y mi honor provienen solamente de Dios; él es mi refugio, una roca donde ningún enemigo puede alcanzarme” Salmos 62:7 (NTV)

La cura para la codependencia se encuentra en una relación creciente y profunda con el Señor. Cuanto más se acerque a él, de manera natural se irá conformando a su carácter divino. Al permitir que Dios viva en usted, podrá vivir con el poder divino. Eso significa que puesto que Cristo no fue codependiente usted tiene ese mismo poder para liberarse de la codependencia.

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