El dilema Dalila, un desequilibrio en las relaciones

Piense por un instante que Dios lo escogió a usted para hacer una gran obra entre la gente que lo rodea. Él lo escogió para cumplir la función de juez sobre toda la nación... Leer más

Piense por un instante que Dios lo escogió a usted para hacer una gran obra entre la gente que lo rodea. Él lo escogió para cumplir la función de juez sobre toda la nación, será el objeto del respeto y admiración de todo el pueblo. Dios le dio instrucciones específicas para proteger su fuerza física y salvaguardar su fortaleza.

Al poco tiempo se extienden como fuego los relatos maravillosos de su éxito como líder. Pero luego, a su vida llega ¡Dalila! Usted sabe bien que no puede revelar el secreto de su gran fuerza, porque Dios le ha dicho: “No lo divulgues”. Sin embargo, por dentro se siente dividido.
Quiere agradar al Señor, pero también quiere caerle bien a Dalila, quien le ha rogado una y otra vez que le cuente de dónde proviene su fuerza. Se resiste con todas sus fuerzas, pero cuanto más lo hace, ella insiste y ruega, presiona y llora.

Llega el momento en el que tiene que resolver el dilema Dalila. Usted intenta consolarla, pero poco a poco se va enredando en sus artimañas y manipulación. Finalmente, le confiesa que su fortaleza radica en su obediencia a Dios de nunca jamás cortarse el cabello. Dalila revela a sus enemigos filisteos el secreto, le cortan el cabello y lo toman prisionero. Sin embargo, su error más grave no fue lo que dijo, sino lo que hizo al permitir que Dalila se convirtiera en su “dios”, en lugar de que Dios fuera su Dios. (Véase Jueces capítulos 13-16).

Si Sansón no hubiera sido tan dependiente de Dalila como para tratar de agradarla en todo, si no hubiera sido un hombre codependiente que buscara la aprobación de los demás, no habría perdido su fuerza, su estatus, su vista, ni su visión espiritual. Finalmente, su dependencia produjo su desobediencia, lo que a su vez fue la causa de su caída. En realidad, fue su orgullo lo que lo hizo fracasar, porque le dio más importancia a Dalila y sus palabras, que a Dios y las suyas. (Proverbios 18:12)

Esto es ser codependiente, depender de alguien al grado de estar controlado o manipulado por esa persona. Es confiar más en algo o en alguien que en Dios.

Cuando la dependencia está en el lugar equivocado, la confianza  está fuera de lugar,  confiando demasiado en una relación para que ésta le provea más de lo que el Señor tiene planeado para su vida. (Salmos 20:7)

¿Se identifica usted con Sansón? ¿Ha tenido que enfrentar el dilema “Dalila” en su vida?
¿Salta de una mala relación a otra o de un controlador a otro? ¿Busca, aun sin querer, a una persona más “fuerte” emocionalmente para apoyarse en ella porque se siente débil?  O por el contrario, ¿busca a una persona “débil” emocionalmente para que le haga sentir fuerte?

Si vive colocando su dependencia sobre los demás, se perderá de la extraordinaria relación que Dios planificó para usted.

Si está en una relación de codependencia:
• El excesivo cuidado de otros provoca que sus convicciones se vean afectadas.
• La excesiva lealtad hace que no tenga límites saludables.
• El excesivo “amor” le hace decir sí cuando debiera decir no.

Sin embargo,  su Hacedor, nuestro Hacedor, tiene el derecho de gobernar en nuestros corazones y en nuestras vidas. Cualquier otro sustituto es abominable idolatría.
La Biblia dice:
Y amarás a Jehová tu Dios de todo tu corazón, y de  toda tu alma, y con todas tus fuerzas”. (Deuteronomio 6:5 RVR 1960)

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