Encauzando al rebelde

Siempre hay esperanza para poner fin al ciclo de la rebeldía. Para empezar es necesario tener un espíritu quebrantado ante Dios... Leer más

“No existe nada más perjudicial, que rehusarnos a rendirnos en obediencia a Dios”
Juan Calvino

La rebeldía es la oposición deliberada a la autoridad o a la tradición. Generalmente la palabra rebeldía implica que hay desobediencia donde debería haber obediencia. Y la obediencia significa sumisión a la autoridad.
Cualquiera que desobedece la voluntad expresa de Dios es rebelde y la rebeldía puede estar en el corazón de cualquier persona a cualquier edad, porque todos nacimos con una naturaleza pecaminosa.

Una persona con una actitud rebelde puede mostrar muchas o algunas de las siguientes características: insolencia, actitud defensiva, desconfianza, contradicción, independencia, ambición, incredulidad, queja continua, desafío y resistencia ante la autoridad.

“Por lo tanto cualquiera que se rebele contra la autoridad se rebela contra lo que Dios ha instituido, y será castigado.”. Romanos 13:2 (NTV)

La rebeldía puede tener su origen por diferentes causas externas, por ejemplo, puede venir de hogares legalistas donde no se vive según la gracia. David Seamands propone la fórmula R + N – R = R + R, que significa:

Reglas + Normas – Relaciones = Resentimiento + Rebeldía.

Otra causa para rebeldía proviene de hogares permisivos donde no se enfatiza la disciplina o bien de hogares abusivos donde existe el abuso sexual o la drogadicción.

Ahora, ¿Qué hacer y qué no hacer para responder a la rebeldía?
No disculpe o condone la conducta rebelde.
Sí… enfrente al rebelde apelando a su conciencia

No amenace con el rechazo.
Sí… Ofrezca amor y aceptación incondicional

No discuta para lograr una conducta apropiada.
Sí… Insista en un sistema de rendición de cuentas con consecuencias.

No hable de manera inapropiada.
Sí… Determine cuáles son las batallas importantes que va a pelear y manténgase firme en esas áreas.

No deje de dar palabras de ánimo.
Sí… Establezca una comunicación al nivel de los sentimientos.

No avergüence a la persona rebelde.
Sí… Abra su corazón y conozca sus propias motivaciones.

No espere un cambio repentino de la persona rebelde.
Sí… Espere que Dios actúe en la vida de esa persona cuando Él la quiera disciplinar, o cuando permita que le vengan circunstancias adversas a su vida, ponga en su corazón la necesidad o bien permita la insatisfacción que sus actividades le producen.

Siempre hay esperanza para poner fin al ciclo de la rebeldía. Para empezar es necesario tener un espíritu quebrantado ante Dios, eliminando la actitud voluntariosa, pidiendo a Dios…

“Señor, quiero dejar de vivir en mis propias fuerzas. Te cedo el control de mi vida y mi corazón”.

“¿Acaso olvidaron las palabras de aliento con que Dios les habló a ustedes como a hijos? Él dijo: «Hijo mío, no tomes a la ligera la disciplina del Señor y no te des por vencido cuando te corrige. Pues el Señor disciplina a los que ama y castiga a todo el que recibe como hijo». Al soportar esta disciplina divina, recuerden que Dios los trata como a sus propios hijos”. Hebreos 12:5-7 (NTV)

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