Perdón Capítulo 7: Recomendaciones Bíblicas para Resolver la Falta de Perdón

Sección I

Sección II

Referencias bíblicas: Citas bíblicas tomadas de la Reina-Valera 1960.

Recomendaciones bíblicas para resolver la falta de perdón

La respuesta obvia a la pregunta ¿Por qué debemos perdonar? es

“¡Porque Dios lo dice!”

Pero ¿por qué dice Dios tal cosa?

Primero, porque los demás lo necesitan.

Segundo, porque nosotros lo necesitamos para sanar emocionalmente y quedar libres de los verdugos que menciono nuestro Señor Jesucristo en el libro de Mateo 18.

Alguien dijo que quien no perdona, “rompe el puente por el que debe pasar si quiere llegar al cielo”.

 

La voluntad de Dios acerca del perdón

Dios ordena que nos perdonemos unos a otros.

Efesios 4:32 “Antes sed benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo”.

  • Dios quiere que perdonemos a los demás porque él nos perdona a nosotros.

Colosenses 3:13 “Soportándoos unos a otros, y perdonándoos unos a otros si alguno tuviere queja contra otro. De la manera que Cristo os perdonó, así también hacedlo vosotros”.

  • Dios quiere que veamos que la falta de perdón es un pecado.

Santiago 4:17 “Y al que sabe hacer lo bueno, y no lo hace, le es pecado”.

  • Dios quiere que desechemos la falta de perdón y que tengamos un corazón misericordioso.

Mateo 5:7 “Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia”.

  • Dios quiere que cumplamos nuestra responsabilidad de vivir en paz con todos.

Romanos 12:18 “Si es posible, en cuanto dependa de vosotros, estad en paz con todos los hombres”.

  • Dios quiere que venzamos el mal con el bien.

Romanos 12:21 “No seas vencido de lo malo, sino vence con el bien el mal”.

  • Dios quiere que seamos ministros de la reconciliación.

2 Corintios 5:18–19 “Y todo esto proviene de Dios, quien nos reconcilió consigo mismo por Cristo, y nos dio el ministerio de la reconciliación; que Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo, no tomándoles en cuenta a los hombres sus pecados, y nos encargó a nosotros la palabra de la reconciliación”.

 

Las cuatro etapas del perdón

La palabra perdón lleva en sí misma la palabra “don”, que significa regalo. Cuando perdonamos entregamos a la persona un regalo, el de la libertad de la ofensa que cometió… es ¡desechar la deuda por completo!

Este es un don difícil de otorgar, así que debemos pasar por cuatro etapas para hacerlo. Pero recuerda que también te estás dando un regalo a ti mismo…el don de «vivir libre de rencores». Esa es la verdadera libertad y por eso la Biblia establece que:

Levítico 19:18 “No te vengarás, ni guardarás rencor a los hijos de tu pueblo, sino amarás a tu prójimo como a ti mismo. Yo Jehová”.

 

  1. Enfrente la ofensa

El dolor que pueda sentir es personal, injusto, y profundo, pues tiene una herida que solamente puede sanar si perdona a quien lo hirió. En primer lugar usted debe enfrentar la realidad de lo que ha sucedido y no obstaculizar la sanidad verdadera racionalizando el evento y enfocándose en un pensamiento falso.

  • No minimice la ofensa pensando que “No importa si me trata mal, todo está bien”.

Realidad: Un mal trato no está bien. No hay justificación para el maltrato de cualquier tipo—bajo ninguna circunstancia.

Efesios 5:11 “Y no participéis en las obras infructuosas de las tinieblas, sino más bien reprendedlas”.

  • No justifique el comportamiento del ofensor pensando: “No es que quiera lastimarme. Yo no debería sentirme enojado con él, después de todo ¡es miembro de mi propia familia!”

Realidad: Sin importar la edad del ofensor o su relación con nosotros, necesitamos llamar al pecado como lo que es: “pecado”. Debemos enfrentar la realidad y no tratar de cambiarla. Es necesario aceptar que la persona es culpable para saber a quién se va a perdonar.

Proverbios 24:24 “El que dijere al malo: Justo eres, los pueblos lo maldecirán, y le detestarán las naciones”.

  • No presuponga que un perdón rápido es un perdón completo ni piense: “En cuanto se dio esa circunstancia tan terrible, lo perdoné rápida y completamente. ¡Así es como me enseñaron a hacerlo!”

Realidad: Mucha gente muy bien intencionada se siente culpable si no ofrece el perdón in­mediatamente, así que lo hacen al momento. Sin embargo, todavía no han enfrentado todo el impacto de la ofensa ni han experimentado el dolor de lo que sucedió en realidad. En muy pocas ocasiones se puede sentir todo el impacto del pecado en el momento en que éste ocurre. Más bien, su impacto se siente a diferentes niveles en un lapso de tiempo. Por lo tanto, se debe perdonar en cada uno de esos niveles. El “perdón instantáneo” en heridas profundas podría parecer ser suficiente, pero no es un “perdón total”, no lo es sino hasta que se haya perdonado cada uno de los niveles de impacto. Antes de que pueda perdonar, con sinceridad debe enfrentar la verdad acerca de la gravedad de la ofensa y las implica­ciones en su vida.

Salmos 51:6 “He aquí, [tú Dios] amas la verdad en lo íntimo, y en lo secreto me has hecho comprender sabiduría”.

  

  1. Sienta la ofensa

Por lo regular no odiamos a los extraños o conocidos; tan solo “nos enojamos” con ellos. Pero Lewis Smedes escribe: “Cuando una persona destruye lo que se ha creado por medio del compromiso y la intimidad, destruye algo muy valioso”.  Entonces sentimos ira u odio como respuesta a un dolor profundo e injusto. El odio hacia el ofensor debe aflorar desde lo más profundo de nuestra alma y debemos tratar con ello. Sin embargo, no todo el odio es incorrecto. Dios odia la maldad.

Eclesiastés 3:1, 8 “Todo tiene su tiempo, y todo lo que se quiere debajo del cielo tiene su hora. . . tiempo de amar, y tiempo de aborrecer”.

Si fracasamos en sentir la ofensa los resultados son…

  • Negación del dolor: “No lo culpo por criticarme todo el tiempo… Está siempre bajo tanta presión…y en realidad no me duele”.

Realidad: Recibir el maltrato de alguien a quien amamos es muy doloroso. Antes de experi­mentar la sanidad, debemos sentir ese dolor.

Salmos 34:18 “Cercano está Jehová a los quebrantados de corazón; y salva a los contritos de espíritu”.

  • Culpabilidad falsa: “Me siento culpable si tengo odio hacia lo que me sucedió. Se supone que yo no debo albergar odio en mi corazón”.

Realidad: Dios odia el pecado. Usted también puede odiar el pecado. De hecho, debe odiar el pecado, pero no al pecador.

Proverbios 8:13 “El temor de Jehová es aborrecer el mal; la soberbia y la arrogancia, el mal camino, y la boca perversa, aborrezco”.

 

  1. Perdonar al ofensor
  • Errar es humano, perdonar es divino”. Este famoso dicho de Alexander Pope es un recordatorio para todos nosotros. Sin embargo, la realidad terrenal es más como esto: “Errar es humano, culpar a alguien más, ¡es más humano!” Es mucho más fácil culpar a otro que perdonar. Pero Dios nos ha llamado a perdonar. Y cuando lo hacemos, el perdón genuino nos acerca al corazón del Señor y nos conformamos al carácter divino de Cristo.

Argumento: “No creo que sea correcto perdonar cuando no tengo ganas de hacerlo”.

Respuesta: El perdón no es un sentimiento, sino un acto de la voluntad, una decisión.    Jesús estableció lo que era correcto cuando dijo:

Marcos 11:25 “Y cuando estéis orando, perdonad, si tenéis algo contra alguno, para que también vuestro Padre que está en los cielos os perdone a vosotros vuestras ofensas”.

Argumento: “Puedo perdonar a quien sea, pero Dios sabe que no tengo el poder para perdonar a esa persona en particular”.

Respuesta: El problema no es su falta de poder para perdonar, sino cuán fuerte es el poder de Dios en usted para perdonar cualquier pecado cometido en su contra.

2 Pedro 1:3 “Como todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad nos han sido dadas por su divino poder, mediante el conocimiento de aquel que nos llamó por su gloria y excelencia”.

Argumento: “No parece justo que lo perdone. ¡Debería pagar por el mal que hizo!”

Respuesta: Dios sabe cómo tratar con cada persona de manera justa; y lo hará, a su tiempo.

Romanos 12:19 “No os venguéis vosotros mismos, amados míos, sino dejad lugar a la ira de Dios; porque escrito está: Mía es la venganza, yo pagaré, dice el Señor”.

Argumento: “He perdonado, pero parece que no sirve de nada. La persona sigue ha­ciendo lo mismo una y otra vez”.

Respuesta: No podemos controlar lo que hacen los demás, pero sí podemos controlar cómo respondemos ante lo que nos hacen los demás. Jesús dijo que debemos responder con per­dón, sin importar cuántas veces nos dañen. El Apostol Pedro le preguntó a Jesús:

Mateo 18:21–22 “Entonces se le acercó Pedro y le dijo: Señor, ¿cuántas veces perdonaré a mi hermano que peque contra mí? ¿Hasta siete? Jesús le dijo: No te digo hasta siete, sino aun hasta setenta veces siete”.

Argumento: “No puedo perdonar y olvidar. Sigo pensando acerca del daño que me hi­cieron”.

Respuesta: Cuando decide perdonar, no le da “amnesia santa.” Sin embargo, puede cerrar su mente a seguir repasando el dolor del pasado. Rehúse seguir pensando en la ofensa.

Filipenses 3:13–14 “Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado, pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús”.

 

  1. Encuentre la unidad…si es posible

Las relaciones llenas de resentimientos llegan a su fin, pero las que están llenas de perdón, prevalecen. Sin embargo, la reconciliación dentro de una relación, que significa la restauración de la unidad, está condicionada a algunos factores vitales. Cuando estas condiciones se dan, cuando ambas personas se comprometen a ser sinceros en la relación, hay esperanza real de que los dos puedan ser de un solo pensamiento y de un solo corazón otra vez. La Biblia dice:

Filipenses 2:1–2 “Por tanto, si hay alguna consolación en Cristo, si algún consuelo de amor, si alguna comunión del Espíritu, si algún afecto entrañable, si alguna misericordia, completad mi gozo, sintiendo lo mismo, teniendo el mismo amor, unánimes, sintiendo una misma cosa”.

¿Cómo se pueden superar las etapas de la culpa?

Alexander Pope dio al mundo esta declaración memorable: “Errar es humano, perdonar es divino”. Sin embargo, vivimos en un mundo donde errar es humano. . . y como dijimos arriba, ¡culpar a los demás es más humano!

La manera en que algunas personas justifican su mal proceder es transfiriendo la culpabilidad a alguien más. Sus ofensores querrán culparlo a usted por la culpa de usted y también para aliviar su propia culpa. Aun si ellos están equivocados en un 98 por ciento, al acusarlo a usted por el 2 por ciento restante, se sienten justificados, sintiendo que está nivelada su escala de justificación. Eso significa que ellos no sienten el peso total o la convicción por su pecado.

Sus ofensores pueden equilibrar la balanza con la culpa de usted, pero no pueden vaciar su culpa. Y cada vez que comienzan a sentirse culpables de cualquier cosa mala que hayan hecho, lo culparán a usted por lo que usted ha hecho. Por tanto, siguen esclavizados tratando de mantener la pesa balanceada. Sin embargo, entienda que aunque usted no es el culpable mayor, todavía es responsable delante de Dios de su porcentaje de error, ¡aun tratándose de un 2 por ciento!

1 Juan 1:8 “Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros”.

 


Como terminar con el juego de culpar a los demás

Sin importar cuánto mal haya hecho una persona, usted sigue siendo responsable de pedir perdón por sus propios errores. Jesús dijo: “Por tanto, si traes tu ofrenda al altar, y allí te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti, deja allí tu ofrenda delante del altar, y anda, reconcíliate primero con tu hermano, y entonces ven y presenta tu ofrenda”. (Mateo 5:23–24).

Cuando pide perdón en humildad por sus pecados, se quita la culpa de encima y se termina el juego de culpar a los demás.

Cuando su culpabilidad se retira de la balanza, el peso de la culpabilidad de su ofensor cae por su ¡propio peso! Es por eso que cuando una persona le dice a otra “¿Me perdonas?” la otra persona responde casi de inmediato, “Sí, pero ¿me perdonas a mí también?”

Cuando usted tiene un espíritu humilde, el Espíritu de Dios puede usar su corazón para convencer el corazón del ofensor.

La verdadera libertad se puede encontrar solamente cuando mantenemos la balanza de la culpabilidad vacía, pidiendo perdón a todos los que hemos lastimado y perdonando a quienes nos hayan hecho algo malo.

Hechos 24:16  “Y por esto procuro tener siempre una conciencia sin ofensa ante Dios y ante los hombres”.

Sección III

Recomendaciones Bíblicas para Resolver la Falta de Perdón

  1. La voluntad de Dios para nosotros es que aprendamos a cumplir con nuestra responsabilidad de vivir en paz con todos (Romanos 12:18).  ¿Qué puede hacer usted para cumplir este mandamiento?
  2. ¿Hay alguien en su vida a quien todavía le ha sido difícil perdonar? Explique Por qué.
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